Nuestra casa y lo que entra en ella

Somos cautelosos con lo que entra en nuestra casa. Finalmente, nuestros hogares son de los sitios más íntimos que podemos tener, un lugar al que podemos llamar nuestro. Si bien disfrutamos de compartirlo con amigos, nos ponemos nerviosos cuando alguien, extraño o no, visita por primera vez.

Este sentimiento va más allá de las personas. A inicios de la actual pandemia hubo quienes lavamos todo aquello que entraba a nuestro hogar por miedo a que trajera un polizonte no deseado. Sin embargo, tampoco podíamos bloquear cualquier producto del exterior porque de algo nos debíamos de alimentar.

Estos alimentos han sido justamente invitados constantes de nuestros hogares desde hace miles de años. Hay pocos ingredientes en nuestros platos que siguen siendo salvajes, que no han sido domesticados mediante su interacción con nosotros. El propio adjetivo nos remite a un proceso definido por un hogar – Domesticación: volverse doméstico, habitante de un hogar.

Sin embargo, biológicamente hablando, este proceso aunque universal y conocido por todas y todos, no es fácil de definir. Al menos tres libros de texto sobre evolución que consulté obvian la definición y simplemente proceden a explicar el proceso general que se lleva a cabo para volvernos hospederos de algún animal, planta, hongo o bacteria. Hay quien lo ve como un proceso que se ha llevado a cabo únicamente por los humanos, aunque es difícil tirar una línea que separe lo que por ejemplo hacen las abejas, las termitas y algunos escarabajos con hongos que cultivan para su propio benficio.

Donde las definiciones coinciden es, en la búsqueda de un frijol más sabroso, un jitomate más abultado, o un conejo más manso; lo que se busca de fondo, es que ese cambio sea heredable, es decir, un cambio genético. Lo que el humano y algunos insectos realizan es elegir entre la diversidad que presenta un plantío o una camada, y realizar conscientemente ciertas cruzas buscando una apariencia o comportamiento deseados.

¿Pero es sólo eso? ¿Seleccionar algunas mutantes predilectas? ¿Es, en las palabras de Charles Darwin, llevar a cabo un proceso de selección artificial?

Artificial, como antípoda de natural.

Hay más de artificial que solamente la selección. Para tener plantíos, ganado, y mascotas, hubo que cambiar el ambiente. Cambiar -desnaturalizar- nuestros campos. Hacer espacio para un nuevo ecosistema que nuestros organismos domésticos y por lo tanto nosotros, necesitamos. En resumen, expandimos lo doméstico, extendimos nuestras casas.

También es ingenuo pensar que después de miles de años de interacciones diarias, la domesticación solamente funciona en un sentido. ¿No hay algo instintivo casi primitivo, en ponerse feliz cuando un perro se pone feliz de vernos? Yo siento que respondo de la misma manera que él me responde. ¿Pasará algo parecido en nuestros intestinos cuando comemos frijoles o calabazas?

Nuestra cultura a través de la domesticación

Con este artículo inauguro una serie sobre la domesticación que sucedió en el territorio que ahora conocemos como México. Para hablar no solamente de genes, sino de cómo ha cambiado nuestra cultura, nuestro territorio e inherentemente nuestro cuerpo. Será en cierta manera una breve historia de cómo hemos construido nuestra casa a partir de domesticar lo salvaje. Y conocer también las consecuencias que ha tenido esta domesticación del mundo.

El territorio que ahora conocemos como México, es punto de origen de muchos cultivos que han marcado de enorme manera nuestra cultura. La milpa, el guajolote, los microbios encargados de la fermentación del pulque o de la elaboración de ciertos quesos; todos han surgido de estas tierras y han sido seleccionados literalmente para meterse hasta la cocina.

Es también por esto que la relación resulta tan íntima, tan nuestra. El proceso de domesticación ha sido parte intrínseca de nuestra cultura porque finalmente está pensado para proveernos de compañeros peludos, que compartirán toda su vida con nosotros o con lo que echaremos al cazo, para servir en el plato y terminar en nuestra barriga. Es nuestra tarea cuidar nuestro cuerpo al ser el hogar más íntimo que podemos encontrar y ser cautelosos al elegir a quién dejamos entrar. Finalmente uno es lo que come: ¿Ó acaso las personas de este país no estamos hechas de maíz?

Fuentes

https://repository.si.edu/bitstream/handle/10088/33189/2017_Zeder_IF2017.pdf?sequence=1&isAllowed=y

https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/30444563/

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC4371924/pdf/pnas.201501711.pdf

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