Durante mucho tiempo asumimos que los sistemas patriarcales que predominan en las sociedades humanas eran parte de un orden natural y los adoptamos sin cuestionarnos si existían alternativas. Uno de los ejemplos más claros es el del macho alfa en una jauría de lobos. Durante muchos años se construyó una narrativa que dictaba que los machos de estas especies se imponían como líderes únicos de su grupo por la fuerza o por su astucia y que los individuos subordinados los aceptaban sin reparo. Sin embargo, hace pocos años empezamos a considerar que quizá nuestras sociedades y su organización patriarcal no obedecen a una ley natural, sino que quizá es nuestro entendimiento de la naturaleza el que está sesgado por la organización predominantemente patriarcal de nuestras sociedades.
Esta idea y el creciente involucramiento de las mujeres en la ciencia, ha llevado a científicos alrededor del mundo a reevaluar las jerarquías entre animales sociales y determinar que las sociedades matriarcales son mucho más comunes de lo que imaginábamos.
Las abejas disruptivas
Las abejas son el ejemplo arquetípico del matriarcado en la naturaleza y expertas en retar las normas sociales. Las colonias están lideradas por la abeja reina y conformadas en más de un 90% por abejas obreras que se encargan del cuidado de las larvas, que mantienen la integridad y limpieza de la colmena, que polinizan flores y recolectan néctar para alimentar a todo el panal. En cambio, los machos (zánganos) tienen una vida corta porque mueren poco después de fertilizar a la abeja reina y garantizar la continuidad de la colonia de obreras.
La haploidía y la soledad
Uno de los aspectos más fascinantes de las abejas es que el orden matriarcal que las rige está inscrito en su material genético. El sistema de determinación sexual de las abejas y otros insectos se llama haplodiploidia e implica que las hembras tienen dos sets completos de cromosomas (diploides) que al igual que con nosotros los humanos, vienen de su madre y su padre.
Por su parte, los machos (zánganos) sólo tienen el set de cromosomas (haploides) de su madre porque resultan de huevos no fertilizados. Dado que la abeja reina es la única que alcanza la madurez sexual, ella es la madre de todas las obreras de la colmena y la abuela de los zánganos. Estos últimos, a diferencia de las obreras, a pesar de tener un genoma esencialmente idéntico al de su mamá, son morfológicamente distintos porque el material genético y el entorno interactúan de manera distinta.
Los zánganos además exhiben conductas radicalmente distintas a las de las obreras. En la cultura popular el término de zángano se usa para referirse a individuos flojos que no contribuyen sustancialmente a su entorno inmediato y que, en cambio, se aprovechan del trabajo de los demás. Pues bien, los zánganos no tienen aguijón, no recolectan néctar ni contribuyen a la construcción del panal – de hecho, cuando nacen, necesitan que las abejas obreras los ayuden a emerger de su celda. Si bien el estilo de vida de un zángano le hace justicia al uso popular de este término, es a través de los machos que las colonias de abejas introducen variabilidad a su acervo genético y evitan la acumulación de mutaciones deletéreas y el colapso de la colonia.
Como cada generación de obreras desciende sólo de una reina y los zánganos descienden de las obreras que descienden de la misma reina, la variabilidad genética de un panal es muy reducida.
Tener un acervo genético reducido, entre otras cosas, se asocia con la endogamia, la reproducción entre individuos cercanamente relacionados genéticamente. Las poblaciones con poca variabilidad genética son muy vulnerables porque tienen menos capacidad de adaptarse a condiciones cambiantes. Para introducir nuevos genes a su panal, la reina deja la colmena y vuela hasta un sitio en el que se congregan zánganos de otras colmenas (genéticamente diferentes) y copula con más de diez, que mueren poco después de fertilizarla. Las reinas tienen un compartimento que les permite guardar los espermatozoides de diferentes machos y generar obreras genéticamente diferentes, enriqueciendo así el acervo genético de su colonia y evitando que colapse. La abeja reina copula principalmente durante la primavera, que es cuando hay más néctar. Durante este período, las obreras mantienen a los zánganos en el panal y los alimentan, sin embargo, conforme se acerca el invierno y los recursos empiezan a escasear, las obreras expulsan a los machos de la colmena. La vida lejos de las obreras se vuelve imposible para los zánganos y terminan muriendo de frío, de hambre por ser incapaces de recolectar néctar o depredados.
Animales sociales: las abejas como superorganismo
Las abejas fascinaron a Darwin por la perfección con la que construían las células hexagonales de los panales y por la coordinación con la que polinizaban las flores, pero también porque lo confrontaron con un sistema que parecía desviarse de su teoría de la selección natural. En esencia, la teoría de Darwin postula que los individuos compiten por recursos y que los más aptos sobreviven y dejan descendencia que hereda los atributos favorables. A pesar de la solidez con la que Darwin fundamentó su teoría, especialmente con el ejemplo de los animales domésticos, el caso de las abejas, en el cual las obreras cooperan para garantizar que la reina se reproduzca a expensas de su propia descendencia, llevaron a Darwin a considerar la existencia de actitudes altruistas en la naturaleza. Como alternativa a la competencia individual, adaptó su teoría de la selección natural a las abejas y otros animales sociales (principalmente insectos) con el concepto del superorganismo. Los superorganismos, según Darwin, son una colección de individuos que actúan sinérgicamente para garantizar el bien común en vez del beneficio individual. Generalmente, son sociedades en las que el trabajo está claramente dividido y que poseen características de organización análogas a la fisiología de un organismo individual. Por ejemplo, las células de nuestro cuerpo llevan a cabo diferentes funciones y conforman sistemas (como el circulatorio) y aparatos (como el digestivo) que involucran órganos, músculos y tejidos que necesitamos para relacionarnos con nuestro entorno y realizar funciones vitales básicas. En este ejemplo, cada abeja es como una célula de nuestro cuerpo.
Altruismo y anarquía
El concepto del superorganismo y el altruismo puede llevarnos a romantizar a las abejas, pero la naturaleza es fría y no admite sentimentalismos. Por la naturaleza social de las abejas, existen regulaciones conductuales, casi políticas, que moderan las dinámicas de poder entre la reina y las obreras. Para mantener el equilibrio en la colmena, las obreras eliminan sus propios huevos (con una larva de zángano dentro) para que la descendencia de la reina (con una larva obrera) predomine, con el objetivo de maximizar el bien común. Pero en ocasiones raras, una obrera se puede rebelar, activar sus ovarios y poner huevos más rápidamente de los que las obreras los eliminan. A esto se le llama el síndrome anárquico y va en contra de la productividad de la colmena y de la supervivencia del propio superorganismo. Volviendo a la analogía de las células humanas, las abejas con síndrome anárquico serían como células cancerosas que se replican descontroladamente en detrimento de nuestra salud.
Tanto el comportamiento altruista como el síndrome anárquico de las abejas muestran que los conflictos entre el bien común y el individual no son exclusivos de los humanos. Otro aspecto destacado de la sociedad de las abejas es que, en ocasiones, más de una reina puede nacer en una colmena. Especialmente durante el período reproductivo, la población de obreras dentro de una colmena puede expandirse de tal forma que un panal no puede albergarlas a todas. Cuando esto sucede, la reina y la mitad de las obreras dejan la colmena y construyen un nuevo panal un tanto alejado de su colmena original, mientras la mitad restante de las obreras cuida a un par de larvas de abeja reina para que releve a la vieja reina. Cuando más de una reina alcanza la adultez, se desata una batalla a muerte en la que la ganadora se lo lleva todo porque, a diferencia de otras sociedades, el matriarcado de las abejas sólo admite una reina.
Fuentes:
Friedli A, Williams GR, Bruckner S, Neumann P, Straub L. The weakest link: Haploid honey bees are more susceptible to neonicotinoid insecticides. Chemosphere. 2020 Mar 1;242:125145.
Hölldobler B, Wilson EO. The superorganism: the beauty, elegance, and strangeness of insect societies. WW Norton & Company; 2009.
Mattila HR, Reeve HK, Smith ML. Promiscuous honey bee queens increase colony productivity by suppressing worker selfishness. Current Biology. 2012 Nov 6;22(21):2027-31.