Estas son las vacunas contra COVID-19: ¿cómo funcionan y cuál es su eficacia?

En las últimas semanas hemos escuchado mucho acerca de vacunas contra el SARS-CoV2 porque es nuestra mejor apuesta para detener la pandemia actual. Aquí puedes encontrar algunos datos importantes que debemos saber sobre el estado actual del proceso de desarrollar dicha vacuna.

El 11 de agosto, Rusia registró su primera vacuna contra el COVID-19, desarrollada por el Centro de Epidemiología y Microbiología Gamaleya.

El 10 de septiembre el Fondo de Inversión Directa de Rusia (RDIF) anunció un acuerdo con la farmaceútica mexicana Landsteiner Scientific por la distribución de un total de 32 millones de vacunas contra el virus COVID-19 en México.

Antes de que esto suceda, la vacuna requiere de una aprobación por la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS). Hasta principios de noviembre, 40.000 pacientes rusos serán sometidos a estudios clínicos con la vacuna Sputnik V, la cual se encuentra en la tercera y última fase antes de ser aprobada al público en general.

La bióloga y experta en inmunología Frida Sommer, nos explica a detalle qué hay detrás de cada una de las fases de prueba de las vacunas, cuáles son sus riesgos y qué esperanza reside en las nuevas vacunas.

Estado actual de las vacunas contra COVID-19

Artículo: Frida Sommer
Portada: Gamaleya Center / RDIF

En las últimas semanas hemos escuchado mucho acerca de vacunas contra el SARS-CoV2 porque es nuestra mejor apuesta para detener la pandemia actual. Aquí puedes encontrar algunos datos importantes que debemos saber sobre el estado actual del proceso de desarrollar dicha vacuna.

Las vacunas contra covid-19 de Pfizer y Moderna: esto es lo que debes saber

Actualmente existen 27 prospectos de vacuna en fase clínica I. En esta etapa, la más temprana en el proceso, se analiza la seguridad y se estandarizan las dosis en un grupo pequeño de individuos (menos de 100). Hay 15 prospectos más en fase II, en la cual se evalúa la seguridad con mayor profundidad. Además, se evalúa la eficacia (capacidad de neutralizar al virus) de nueve más. Existen, además, cinco vacunas aprobadas para probarlas de manera limitada en voluntarios en términos de seguridad y eficacia (fase III). Las vacunas que más atención reciben por parte de los medios son las desarrolladas por AstraZeneca (ChAdOx1 nCoV-19), Moderna (mRNA-1273), Pfizer/BioNTech SE (BNT162), Janssen (Johnson & Johnson), la vacuna desarrollada en Rusia (Sputnik V) y la de CanSino Biologics de Wuhan, China.

Imagen: @cdc

Si bien todas las vacunas tienen el mismo objetivo, su mecanismo de acción es diferente. Las vacunas de AstraZeneca, Janssen y la del gobierno ruso utilizan vectores virales, virus inofensivos disfrazados del virus contra el cual se quiere generar inmunidad. Los vectores virales son capaces de replicarse sin causar enfermedad y se alteran genéticamente para expresar la proteína “spike” de SARS-CoV en su superficie. Cuando se aplica  la vacuna, el sistema inmune reconoce las proteínas de SARS-CoV y genera anticuerpos neutralizantes y una respuesta celular dirigida a eliminar tanto las partículas virales como las células infectadas con el virus. La vacuna que desarrolla CanSino Biologics en China usa el mismo principio, pero con virus incapaces de replicarse.

Las vacunas de Moderna y Pfizer por otro lado, son de ácido ribonucleico mensajero (mRNA por sus siglas en inglés). El mRNA es una secuencia de material genético con la información necesaria para que las células del cuerpo humano sinteticen una proteína específica. Las vacunas de mRNA, por lo tanto, contienen secuencias que codifican proteínas de SARS-CoV2 que el sistema inmune reconoce y contra las cuales monta una respuesta inmune específica.

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La mayor interrogante en cuanto a la eficacia de todas las vacunas, es si generarán inmunidad a largo plazo o si tendremos que inmunizarnos regularmente para garantizar la protección. En los primeros meses de la epidemia, circuló información con respecto a que los individuos que habían superado la infección, no generaban anticuerpos ni memoria inmunológica. Reportes sobre las epidemias de SARS y MERS que ocurrieron en años pasados sugieren que la inmunidad contra los coronavirus mencionados, dura únicamente entre uno y tres años. Sin embargo, estudios más recientes aseguran que muchos individuos que superaron la infección con estos coronavirus desarrollaron inmunidad a largo plazo. Considerando que la evidencia en su conjunto no es concluyente, no podemos asegurar que las vacunas vayan a generar  inmunidad a largo plazo y dado que el SARS-CoV2 se identificó hace menos de un año, sólo podemos esperar y monitorear detalladamente la inmunidad que resulte de la vacunación.

Los riesgos de las nuevas vacunas contra COVID-19

Existe preocupación con respecto a la seguridad de algunas de estas vacunas:  hace apenas unas semanas, Astra Zeneca detuvo los ensayos clínicos de su vacuna ChAdOx1 nCoV-19, debido a que se reportaron efectos adversos severos en voluntarios que probaron esta solución. En el caso de la vacuna Sputnik V, la comunidad científica consideró que la metodología que se siguió en los ensayos no era suficientemente clara ni los datos fiables. Con la intención de preservar la confianza de la población, las grandes farmacéuticas y el gobierno ruso hicieron públicos los protocolos (blueprints) de sus ensayos clínicos. Además aclararon y reconocieron el alcance y las limitaciones de su metodología a través de la revista británica especializada en medicina Lancet y en medios de comunicación.

Vacuna Sptunik V desarrollada por el Centro Nacional de Investigación de Epidemiología y Microbiología Gamaleya. Imagen: Gamaleya Center / RDIF

Es importante mencionar que garantizar la seguridad de una vacuna es lo más importante. Es preferible tener una vacuna segura con eficacia limitada (como muy probablemente será el caso con cualquiera de las vacunas en desarrollo) que una de alta eficacia con efectos adversos significativos. Lanzar una vacuna insegura al mercado para su aplicación en la población general no sólo iría en detrimento de todos nosotros, sino también de las farmacéuticas y más importante aún, de la confianza que tenemos en la ciencia y en los organismos reguladores. Las instituciones locales encargadas de evaluar el riesgo sanitario no permitirán la distribución de una vacuna insegura a menos de que los beneficios fueran significativamente superiores a los riesgos. A esto se le conoce como autorización de emergencia y es una medida excepcional.

Eficacia de las vacunas

Difícilmente una vacuna desarrollada en tan poco tiempo va a tener una eficacias mayor a 50%. En su protocolo, AstraZeneca indica el objetivo que su vacuna tenga justamente 50% para solicitar la aprobación de emergencia. En circunstancias excepcionales como es el caso de esta pandemia, las instituciones locales encargadas de evaluar el riesgo sanitario pueden autorizar la distribución de una vacuna que no ha probado ser completamente segura pero cuya aplicación a la población general tiene beneficios significativamente superiores a los riesgos. Una vacuna con una eficacia de alrededor de 50% reduciría el número de personas infectadas que desarrollan formas graves de COVID-19 y en consecuencia, el número de muertes. 

El camino y los retos: ¿podemos confiar en las nuevas vacunas? 

El camino hacia una vacuna contra el SARS-CoV2 aún es largo y nos presenta grandes retos que debemos enfrentar con inteligencia, solidaridad y apelando a valores compartidos, no a lo que nos divide.  El reto más grande es quizá el nacionalismo. Se debe garantizar el acceso universal, equitativo y oportuno a todos los países, independientemente del tamaño de su economía. Es alentador que la mayor parte de los países participen en la iniciativa COVAX que busca precisamente eso y que los países colaboren activamente en la investigación, manufactura y distribución de las potenciales vacunas.

La desinformación es otro reto enorme al que nos enfrentamos cotidianamente pero que se agudiza en una situación como la pandemia actual. Podemos informar a nuestro círculo más cercano cuando identifiquemos noticias falsas y quizá lo más importante es no contribuir a la polarización. Los antivacunas así como otros grupos con sistemas de creencias que se sustentan en mirar con recelo la ciencia y la tecnología han probado ser impermeables a argumentos y datos duros y tenemos que aceptar que siempre existirán.

Finalmente, el tiempo representa otro gran reto: vamos contrareloj. Los avances que ha hecho la comunidad científica desde que se identificó el virus hasta la fecha no tienen precedentes. El genoma del SARS-CoV2 se secuenció en su totalidad en cuestión de semanas y el desarrollo de vacunas que normalmente toma más de una década, se realiza a marcha forzada. Sin embargo, la investigación es un proceso largo que requiere de describir, evaluar, discutir y analizar información. Cometer errores y rectificar es parte del proceso científico. Discutir posturas contrarias también. Podemos confiar en que, a su debido tiempo, la ciencia va a llenar los vacíos de información y articular una respuesta adecuada.

Existen razones para ser optimistas con respecto a una vacuna contra el COVID-19, pero tenemos que ser pacientes, tratar los datos con frialdad y confiar en que las partes involucradas están trabajando en solucionar una situación que nos beneficie a todos. Sólo si trabajamos juntos y nos cuidamos los unos a los otros vamos a poder superar esta pandemia.

Frida Sommer

Ciencia

Frida (Ciudad de México, 1987) es una bióloga egresada de la UNAM.
Estudió su maestría en ciencias arqueológicas en la Universidad de Durham en Inglaterra y está por terminar su doctorado en Inmunología en la Universidad De Leiden en los Países Bajos.
Le gusta abordar temas desde diferentes perspectivas y los enfoques multidisciplinarios. En su tiempo libre va al cine y estandariza recetas de cocina.

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